17 de abril de 2014

BENELUX


Esta semana santa y de nuevo en solitario (le estoy cogiendo el gustillo...) me dispongo a visitar la cuna del ciclismo mundial... Paris-Roubaix, Lieja-Bastogne-Lieja, Amstel Gold Race o Flecha Vallona son algunas de las más impresionantes carreras clásicas donde nuestro querido deporte muestra su versión más pura y dura. 

Saldré desde Amsterdam hacia el norte en busca de los imponentes molinos de Zaanse Schans para volver a bajar entre interminables campos de tulipanes hasta Utrech. Seguiré la ruta del queso hasta Gouda, paso intermedio antes de llegar a la ciudad industrial de Rotterdam. Recorreré la costa holandesa entre puentes y canales hasta alcanzar la majestuosa ciudad belga de Brujas. Gante, Amberes y Bruselas serán mis siguientes pedaladas donde abandonaré la civiliación para volver a introducirme en el entorno rural desde Lieja hasta Bastogne cruzando las Ardenas, historia viva del ciclismo contemporaeno y actual. Alcanzaré el punto más alejado de mi travesía en Luxemburgo para volver a remontar la basta extensión que cubren las Ardenas hasta llegar a Dinant, también conocida como la joya de Belgica. Desde allí solo retarán unos pocos kilómetros hasta Charleroi donde pondré fin a este fabuloso viaje.




Etapa 0: Llegada a Amsterdam.

Siempre digo que cada viaje contiene algo especial, que te aporta algo que los demás no hicieron o que te enriquece en todos los sentidos en cada pedalada que das y este no iba  a ser menos... Casi sin querer llega a mis manos la oportunidad de viajar a Amsterdam por motivos personales y como es inevitable mi mente empieza a pensar carburar. Este año ya tenía el calendario cerrado pero no podía dejar escapar la oportunidad de conocer los Países Bajos. Decido aparcar mi proyecto Transcantabrico y comienzo a darle forma al que terminaría siendo un viaje inolvidable. Pronto me familiarizo con el mapa, ciudades, kms y puntos de interés. Me doy cuenta que sería factible extender mis horizontes hacia la vecina Bélgica, cuna del ciclismo clásico y porqué no, a Luxemburgo, trazando un recorrido de casi 1000 kms que abarca todo Benelux y que daría otra vuelta de tuerca a mi experiencia ciloturista. Además, rodar por el paraíso del cicloturismo facilitaría enormemente mi bautizo cicloturista eurpeo en solitario. Después de mucho trabajo como siempre, llega el momento y así me recibe el paisaje, antes de darme cuenta ya piso tierrra...




Pronto me doy cuenta de porqué Holanda es el país de las bicicletas, es impresionante la cantidad de ellas que duermen cada noche unas sobre otras en sus calles. Como era de esperar Amsterdam es pionera en ello y será la primera muestra de una cultura muy particular en la que reinan valores y costumbres que creía ya perdidas.






Este viaje tenía una particularidad muy especial, viviría mis primeras horas allí con la inmejorable compañía de mis amigos de toda la vida quienes conseguirían restar cierta tensión a las primeras horas y preparativos típicos de un viaje de estas características. Es una lástima que no me acompañaran el resto del viaje, aunque alguno con las ganas se quedó...




Pasamos tres días geniales, como hacía tiempo que no sucedía y la verdad es que dió tiempo a hacer un poco de todo, como visitar la parte más rural de Amsterdam donde la pequeña población de Zanse Schans con sus típicos molinos me daría una pequeña muestra del entorno por el que se desarrollarían los primeros kilómetros de este viaje. Creo que las fotos ya lo dicen todo...









Para cuando había conseguido olvidarme del viaje, abandonaba mi equipo y contemplaba por última vez el mapa general  y algunos datos de la que sería mi gran semana por el Benelux. Ya no había marcha atrás y daba comienzo este maravilloso viaje que por muchos motivos nunca olvidaré.



Etapa 1: Amsterdam-La Haya.

"El paseo de mi vida", así podría definir esta primera jornada de hoy por tierras holandesas. Porque hoy más que nunca he podido comprobar que el norte de Europa nos lleva ventaja y que hay otra vida distinta a la que conocemos es posible, una vida ajena a la locura que mueve este planeta. Los holandeses y en general los belgas y luxemburgueses son personas sosegadas, educadas y serviciales que conseguirían aun más si cabe convertir este viaje en una semana maravillosa. Mi primera etapa me conduciría desde Amsterdam hasta la Haya pasando por las pintorescas localidades de Utrech, Gouda o Delft.






FICHA DE RUTA:                                                                                                                                

-Fecha: 17/04/2014
-Descripción: Etapa tranquila sin ninguna dificultad técnica que une la capital holandesa con La Haya pasando por el entorno rural de Rotterdam además de otros bonitos pueblos con historia como Utrech o Gouda. LA dureza de la etapa vienen dada por el kilometraje.
-Distancia: 143 kms
-Duración: 6:45h movimiento - 8:50h total
-Dificultad física: Media
-Dificultad técnica: Baja

CRÓNICA:                                                                                                                                                 

Con todas esas buenas impresiones salía de Amsterdam pero no conseguía desembarazarme de cierta incertidumbre debido a que se trataba de mi primer viaje en solitario en tierras extranjeras. Poco a poco voy saliendo de la ciudad y la precaución inicial se torna en soltura a medida que avanzo.







Tomo las últimas fotos de rigor mientras me despido de la capital holandesa bajo un cielo bastante cubierto que me hacía tener algunas dudas sobre el éxito final de esta aventura. Más tarde pude comprobar que la meteo en esta zona es una auténtica montaña rusa.




Tras varios zigazagueos que poco a poco van abriendo el paisaje a mi paso, tomo el curso del río Amstel por uno de los cientos de carriles bici que recorren sus calles y peinan el resto de su geografía. Toda esta indiosincrasia anteriormente comentada se incrementa a medida que mis pedaladas me conducían a las zonas rurales que conectan las grandes ciudades, Utrech en mi caso.






No recuerdo la última vez que sentí tanta tranquilidad y menos aún la que me pasee en una bici como si el reloj no corriera. La forma de vida de sus lugareños impregna el ambiente con estas sensaciones tan agradables que me acompañarían toda la etapa.  A medida que avanzo no puedo dejar de pensar que un futuro retiro en esta zona sería una auténtica delicia.



Los núcleos urbanos se juntan unos con otros mediante un manto verde infinito donde la pequeña fauna local campa a sus anchas  en este remanso de paz como si de perros o gatos se tratase. El ritmo de sus gentes no es mucho más rápido y hace que pronto haga mías algunas de sus buenas costumbres y goce de su tranquilidad.





Pasan los kilómetros y sigo teniendo el río como guía. En ocasiones es imposible no aprovechar alguno de sus rincones para comer algo mientras observo su lento discurrir. Las bastas extensiones de verde infinito salpicadas por sus típicos molinos dan cobijo a las explotaciones de vacas y ovejas típicos de esta zona. 




Cada núcleo urbano de importancia viene precedido de su correspondiente zona residencial donde la casa de tipo colonial es la estrella, después de los cientos de ellas que he visto aún no sabría con cual quedarme. 




Conforme va avanzando la mañana, el tiempo se abre y que un sol espectacular que me acompañará el resto del día y dará mas color aun a estos impresionantes parajes. Cada recodo que hace río me ofrece mejores vistas que las anteriores y no dudo en parar cuantas veces haga falta para disfrutarlas.




Pasadas unas horas voy a cercándome poco a poco a Utrech donde las casas de sus barrios periféricos cobran mayor elegancia todavía y la industria y grandes explotaciones agrícolas hacen su aparición. Esta industrialización de la ciudad hace que tenga que dar un enorme rodeo para acceder a su casco urbano y después de unos minutos ante el largo día que quedaba por delante decido no retroceder en mis pasos y apresurar estos hasta la pequeña localidad de Gouda donde tenía previsto hacer la comida fuerte del día.




 No tardo demasiado en llegar a esta bella ciudad rebosante de vida. Cuando llego al centro compruebo que no solo la iglesía me recibe en su "grote markt" si no que un inmenso mercadillo artesanal ocupa la misma dando un aspecto festivo a sus calles.




Decido dar una pequeña vuelta de reconocimiento y busco un lugar donde dejar mi bicicleta para poder degustar los distintos productos de la zona que ofrece su mercado. El avituallamiento que llevaba preparado esperaría mejor ocasión.



Como es imprescindible probaría el famoso queso que da nombre a la ciudad acompañado de algunas variedades de pan y dulces también típicos de allí.



Con fuerzas renovadas abandono esta localidad y dirijo mis pedaladas a otra ciudad aparentemente atractiva según todas las guías de viaje mientras vuelve a repetirse cual baraja la típica distribución de casas y campo que venía viendo hasta ahora. En esta ocasión, Rotterdam esperaría para otra ocasión en vista de su caótico acceso que no haría más que relentizar la llegada a mi destino.




No mentía la gente cuando establecían la ciudad de Delft como para obligatoria para todo aquel que decidiera recorrer el sur de Holanda. Delft sigue el mismo esquema de canales que sus ciudades vecinas pero posee un encanto personal. Antes de llegar al centro atravieso un infinito campus universitario donde las distintas facultades de ingeniería compiten por tener el edificio más moderno. Las viviendas familiares que lo rodean siguen igualmente esa misma tendencia.




Anodadado por todo lo vivido en esta primera etapa llego a la Haya con la tarde un poco encima. Procedo a buscar mi alojamiento y tras una rápida ducha y acomodo de mis enseres salgo a la calle mapa en mano para descubrir de forma expres los lugares imprescindibles de esta ciudad. 




La Haya mezcla de manera extraordinaria la típica arquitectura local de antaño con edificios más contemporáneos donde los centros comerciales y tiendas de moda dotan sus calles de un aire más industrial que sus antecesoras. Ya solo restaba para completar el día una buena cena y un merecido descanso de cara a la larga y peculiar etapa del día siguiente.








Etapa 2: La Haya-Brujas.

Segunda etapa de esta fabulosa travesía cicloturística que comenzaba a marcar un antes y un después en la manera de afrontar mis viajes. Quizá no fuese la etapa más bonita que había hecho hasta el momento, pero por alguna razón extraña estos casi 125 kms saltando cada unos de los estuarios que encontraba a mi paso mientras pedaleaba por esos brazos de tierra que se adentraban en el mar del norte como si fueran empujados por el terrible viento que azota la costa holandesa hicieron que gozara como nunca antes de una sensación de libertad irrepetible. Con esas inmejorables sensaciones conseguiría llegar a la enigmática ciudad de Brujas. 



FICHA DE RUTA:                                                                                                                                

-Fecha: 18/04/2014
-Descripción: Si no la etapa más bonita, si la que más recordaré debido a la belleza de los paisajes siempre pegado al mar, cruzándolo y sintiendo todo el rato el azote de este en la cara mientras pedaleaba. Una de las mayores sensaciones de libertad jamás vividas.
-Distancia: 122kms
-Duración: 5.30h en movimiento - 7:30h totales
-Dificultad física: media
-Dificultad técnica: baja

CRÓNICA:                                                                                                                                                 

Abandono de buena mañana la tranquila ciudad de la Haya donde solo el transporte urbano y las bicicletas comienzan a dar vida a la ciudad mientras pienso en las evidentes diferencias en el día a día con nuestra tierra.




A pesar de la calma imperante no dejo de utilizar los múltiples carriles bici que  recorren cada calle dando más tranquilidad aun a mis lento pedaleo. Es una delicia moverse con total despreocupación sabiendo que incluso cuando se cruza una calle eres un vehículo prioritario. Poco a poco va cambiando el aspecto urbano por otro más rural y con más encanto que se convertiría en la tónica del día.




A las dos horas de pedaleo y tras pasar por las localidades de Monster y Naaldwijk llego al primero de los estuarios que debería cruzar. En esta ocasión debería esperar un ferry que me llevara al otro lado de Hoek Van Holland cuyo inmenso puerto comercial y su gran actividad rompen la tranquilidad de los habitantes de la zona. Las embarcaciones están totalmente pensadas como no podía ser de otra manera para el uso de la bicicleta.




Ya de nuevo en tierra seguí sumando kms a lo largo de ese terreno tan favorable. Cuando planifiqué este viaje no imaginaba que este país hiciera honor de tal manera a su denominación de "Paises Bajos" pues su ínfimo desnivel facilita sobremanera el desarrollo de la etapa. Hasta el momento, todo es paza y tranquilidad como si de un día festivo se tratase.




A todo esto hay que sumarle la extensísima red de carriles bici que se va haciendo más y mas grande cada vez como si de una tela de araña se tratase. Hay tantos, que en ocasiones los confundo aun navegando con gps y algunos de ellos gozan de un firme tan extraordinario que ya quisieran muchas carreteras españolas. De la limpieza de la vía mejor ni hablar..



Poco a poco las pequeñas ciudades y barrios residenciales van difuminándose hasta dejar paso a pequeñas granjas donde la agricultura y la ganadería son el modus de ganarse la vida, todas ellas sembradas sobre un verde infinito muy característico d esta zona.



Se acerca la hora del almuerzo y con ello  me acerco más que nunca a la costa, la cual ya no dejaría de llevar como compañera hasta la entrada en terreno Belga. Decido parar en Grevenlingemeer, cuyo brazo de tierra (por supuesto con su carril bici correspondiente) que separa ese grandioso mar que no deja de soplar sobre mi forma una inmensa bahía que me recuerda al mar Menor. Dudo que pueda encontrar un sitio mejor que ese para reponer fuerzas.




En mi curso voy pasando pequeñas poblaciones todas ellas con aspecto residencial donde parece haber algo más de movimiento. Todo el mundo se mueve a pedales como yo, lo llevan grabado a fuego, la usan para todo e incluso los vehículos no dudan en cederte el paso aunque no tengas prioridad.


De nuevo vuelve a cruzarse el mar en mi camino. En esta ocasión es el estuario de Oosterschelde el que debo cruzar, para lo que utilizo una vía de servicio que recorre la kilométrica presa formada por cientos de gigantes compuertas que resisten la embestida del poderoso mar del Norte.






El día sigue transcurriendo de la mejor manera posible, cambio frecuentemente de carril y alterno zonas rurales con pequeñas poblaciones que ganan en tamaño y población conforme voy acercándome a Bélgica. Middelburg y Vlissingen son los últimos testigos de mi paso por tierras holandesas.El viento me es favorable casi en todo momento lo cual agradezco ya que de otra manera, este paraíso de libertad hubiera sido un auténtico calvario, así que prosigo a velocidad de crucero.



Para cuando voy a darme cuenta, me encuentro de nuevo subido en otro ferry, cruzando en esta ocasión el Westerschelde cuya orilla opuesta vuelve a mostrarme las mismas maravillas a pesar de haber cambiado de País.




Desembarco en Breskens y me dirijo sin mucha demora hacia la bonita población de Sluis donde parece haber un mercado semanal con bastante actividad donde la gente pasa el tiempo o toma algo en sus terrazas adyacentes. Desde allí tomaría un fabuloso canal llamado Daamse Vaart-Oost que pasaría a llamarse Daamse Vaart-Zuid una vez alcanzada la pequeña y turística población de Damme. Sin duda estos últimos kilómetros fueron de los más placenteros de toda la travesía.





A media tarde consigo llegar a Brujas, ciudad preciosa como pocas que me dispuse a recorrer una vez tomé una merecida ducha caliente mientras degustaba la gran variedad de chocolates belgas con los que rivalizan las tiendas típicas de la ciudad.




Puentes y canales dejan paso a los lugares más famosos de la ciudad. Su Grote Markt, Basílica de la Santa Sangre, la plaza Burg o campanario de Hallen son algunas de las maravillas que podemos encontrar en este laberinto mágico.












Etapa 3: Brujas-Bruselas.



FICHA DE RUTA:                                                                                                                                

-Fecha: 19/04/2014
-Descripción: Etapa de corte cultural en la que conocería oras dos ciudades de cuento como son Gante y Amberes uniendolas a través de interminables canales hasta llegar a la bulliciosa Bruselas.
-Distancia: 141kms
-Duración: 7h en movimiento - 9h totales
-Dificultad física: media
-Dificultad técnica: baja

CRÓNICA:                                                                                                                                                 

Si no fuera porque son mías las fotos, creería que son sacadas de un cuento, o al menos eso pensaba mientras daba los primeros pedales mientras abandonaba Brujas  utilizando mi cámara a cada pedalada. La mañana no puede ser más apacible y ayuda a disfrutar más si cabe los bellos rincones de la ciudad. El final de etapa sería otras historia...






Pronto y como suele ser de costumbre entro en el entorno rural tan típico en Benelux donde el curso de un río suele ser un compañero constante a lo largo de los kilómetros. La mañana es estupenda y sorprende la cantidad de granjas que voy encontrando a mi paso, tanto por el número como por el verde de sus pastos más propios de otro tipo de terrenos. Algo bueno tenía que tener esa incesante lluvía local que hasta el momento me esta respetando. En esta ocasión y a pesar de ser lunes, también lo serían infinidad de cicloturistas que no dudan en salir a disfrutar del buen tiempo y darle un uso más deportivo a sus bicicletas y no tan utilitario como venía observando en sus vecinos holandeses.





Hoy he salido algo más tarde y para cuando consigo cubrir los primeros 40 kms que me conducen a Gante ya es la hora del almuerzo. A pesar de el poco tiempo que llevo de pedaleo, no me lo salto y aprovecho para recuperar las pocas fuerzas empleadas que a buen seguro me harían falta al final del día.


La entrada al centro de la ciudad me deja enamorado. Me detengo a echar algunas fotos y establezco conversación con un simpático chico español que me pregunta por mi viaje ya que comparte conmigo la misma pasión por esta disciplina. A la conversación se unen algunos extranjeros curiosos que no dudan tampoco en preguntarme de donde vengo y hacia donde me dirijo mientras acepto su ofrecimiento de posar para el recuerdo. Minutos después continuo la marcha en ocasiones a pie intentando no perder detalle de la gran cantidad de construcciones que se aglutinan junto al canal.




Nadie que decida perder una mañana en esta bonita ciudad puede marcharse sin visitar su flamante catedral Sint-baafskathedra, el castillo Gravensteen o el precioso campanario de Belfort. todos ellos a un paso de su Koremarkt y pintoresco ayuntamiento.



Tomo rumbo noreste para cubrir el segundo tercio de esta etapa que me conducirá hasta Amberes. Con similar paisaje y distancia al primer tramo, sumo un kilómetro tras otro haciendo pequeñas incursiones en bosques y pantanos de gran belleza en los cuales siempre tenía que pagar el duro peaje de su acceso por firme adoquinado, lo cual es un auténtico suplicio y más aun con alforjas. 



En mi camino voy encontrando numerosas zonas de recreo que rebosan actividad. La vida en esta zona parece muy tranquila y estilo de vida de sus gentes hace parecer que viven alejados del mundo tal y como lo conocemos. Esta claro que gozan de otra cultura, se nota y me da envidia. Sorprendentemente encuentro por el camino algun inesperado punto para avituallarme. Jamás había visto una maquina de fresas y no unas fresas cualquiera...aproveché y comí las suficientes para llegar hasta Amberes.




Una vez más el país Belga vuelve a sorprenderme con otra de sus joyas. Amberes es una ciudad elegante donde la gran cantidad de turistas ocupan con máxima relajación la totalidad de terrazas que cubren cada plaza. La más señorial, su grote markt está presidida por la estatua de Bravo  y su ayuntamiento donde ondean infinidad de banderas de cada región. El resto de su arquitectura no tiene nada que envidiar a los demás edificios oficiales. La Groeenplats aunque de inferiores dimensiones no tiene nada que envidiar a la plaza mayor.



Entre uno de los múltiples tumultos que pueblan la plaza observo gente comiendo comida típica y como acostumbro, no pierdo la oportunidad de probarla. 
Con energías renovadas prosigo mi visita por la ciudad en busca del ineludible castillo Het Steen donde tomo la típica foto de las guías de viaje.



El cielo se cierra por momentos y decido consultar la predicción. Parece ser que se avecina una gran tormenta por lo que me apresuro a recorrer las últimas calles de la ciudad en busca de la estación de tren donde tomaría el primero posible hasta la capital. Llevo ya casi 100 kms y aunque no estoy demasiado cansado no me apetece en absoluto mojarme. Tras unos minutos de espera en su bonita estación hago uso del inmejorable servicio de transporte público que tiene este país y para cuando vengo a  darme cuenta me encuentro ya en Bruselas.




El viaje se hace corto y lo agradezco a tenor de la incesante lluvia que azota el vagón en el que viajo. Para cuando me bajo en la estación y sigo la marea humana que me lleva a la calle, veo que mi suerte no mejora y sigue arreciando. Tras unos minutos de espera y en vista de que no tiene pinta de parar, me pongo la ropa de agua y me decido a cruzar la ajetreada Bruselas en busca de mi alojamiento al que terminaría llegando hecho una auténtica sopa. Una ducha de agua hirviendo y ropa seca lo enmendarían todo y me dejarían como nuevo. Poco a poco la tormenta va remitiendo y decido salir a aprovechar las pocas horas de luz que quedan.



Gran Place, Manneken Pis, Palacio Real, palacio del ciquentenario y la infinidad e paques que los rodean completan la visita turística de esta jornada. Antes de que volviera tronar ceno algo y vuelvo a la habitación a descansar y prepararme para la siguiente jornada que si ya se presentaba dura, el agua podrá convertirla en un auténtico calvario.














Etapa 4: Bruselas-Stavelot.

Amanece el día claro, o por lo menos más de lo esperado, por lo que aprovecho tras un rápido desayuno en la habitación para terminar de visitar la ciudad y afrontar la que sería la etapa más dura del viaje. En la jornada de hoy cruzaría las Ardenas, tierra que si ya goza de historia también tuve yo la mía propia.


FICHA DE RUTA:                                                                                                                                

-Fecha: 20/04/2014
-Descripción: Sin duda una de las etapas más dura que jamás he realizado debido a la dureza del terreno no apto en muchas ocasiones para bicicleta de carretera y menos aun con alforjas. A pesar de ello los kilómetros van recompensado con la infinidad de bellos lugares que se pueden ver. Lovaina y Lieja fueron los platos fuertes de la jornada y las Ardenas el postre.
-Distancia: 220 kms (un tercio en tren)
-Duración: 8h en movimiento - 10:30h totales
-Dificultad física: alta
-Dificultad técnica: media

CRÓNICA:                                                                                                                                                 

No puedo abandonar la capital sin visitar la Basílica del Sagrado Corazón y el Atomiun. Ambos se encuentran en el otro extremo de la ciudad y debo cruzarla entre un colapsado tráfico que no me facilita mucho la tarea. No me recreo demasiado, me queda un día largo y la meteo es algo incierta. Salgo de la ciudad con mis dos ansiadas fotos y comienzo realmente la etapa. 




He pasado el ecuador del viaje y con ello, cambio radical en todos los sentidos. El camino sigue siendo cómodo, pero esto ya no es Holanda y la preferencia de las bicicletas ha desaparecido como bien acostumbrados estamos en España. Aun así sigo disfrutando de bonitos lugares en los que pararme. A buen ritmo consigo llegar a Lovaina, ciudad que en un principio me despertaba gran curiosidad por sus buenas referencias pero que no pude disfrutar en su totalidad ya que parecía una ciudad fantasma. 




Me limito a seguri la guía y visito su famosa Oude Markt, su ayuntamiento y la Iglesia de San Pedro. La fuente de la sabiduría o la biblioteca llaman mi atención a pesar de no tenerlas previstas y tras recomponerme en la famosa plaza de los mártires procedo a abandonar la ciudad con el mismo presagio meteorologico que me va acompañando durante el día.


Apresuro la marcha y salgo en busca de la localidad de Dinant, también conocida como la joya de Bélgica. El track recorre por zonas rurales en las que muchas veces la rueda fina y el peso de las alforjas comprometen mi marcha pero finalmente consigo llegar y disfrutar de una de las vistas mas bellas de todo el viaje donde esta bonita localidad con su afamada iglesia reciben una y otra foto de todo aquel que la observa desde la otra orilla del río.





En Dinant vuelve a cerrarse el cielo y me veo obligado de nuevo a hacer uso del transporte público. La verdad es que no me importa demasiado, aprovecharé para comer algo y descansar un poco hasta mi llegada a Lieja por la estación de Calatrava.


Su catedral el puente de Fragneé o la iglesia de San Bartolomé son la prioridad en mi visita a esta histórica ciudad donde la Montagne Bueren me pondrá a prueba cuando pretendo emular a los pro en su clásica ciclista y así poder ver una inmejorable panorámica de la ciudad.




La salida de la ciudad tampoco resulta fácil. Sus empedradas calles alcanzan unos porcentajes criminales que me hacen exprimirme más que en todo el viaje. Por suerte pronto alcanzaría una bonita vía verde que me conduciría bien entrado el medio día en las Ardenas.





Pronto el paisaje empieza a abrirse y a mostrar las típicas estampas tantas veces vistas. El intenso verdor del paisaje cambia de tonalidad con cada pequeña montaña que salpica el terreno recortando el horizonte azul.



El track que sigo empieza a complicarse y entro en un terreno bello pero de gran dureza. Por momentos pienso que me he perdido pero prefiero ceñirme a las indicaciones antes de intentar buscar una carretera que me obligue a dar un rodeo que terminaría por agotar mis fuerzas. Despues de todo siempre quise probar el ciclocross.



Para cuando parece que he salido del entuerto vuelve la lluvia a hacer acto de presencia. A estas alturas ya no me preocupa, va con el viaje. Sin prisa ninguna paro en el primer pueblo que veo y aprovecho para comer. Aunque el perfil es demoledor no me queda demasiado y decido tomámelo con calma mientras atravieso esta infernal montaña rusa de asfalto.




Tras poco más de una hora y consultar a un par de lugareños consigo lleagar a mi destino en la pequeña población de Stavelot donde una cabaña junto a un bonito río me haría olvidarme de todo lo malo acontecido durante el día.




Como siempre una buena ducha y un breve paseo por estas tierras llenas de historia completarían la jornada.








Etapa 5: Stavelot-Luxemburgo.


FICHA DE RUTA:                                                                                                                                

-Fecha: 21/04/2014
-Descripción: última etapa y Benelux se despide a lo grande cuando al alcanzar Luxemburgo le hago un guiño a tierras alemanas para cruzar los bosques de Berdorf, una auténtica burbuja de naturaleza jamás antes vista.
-Distancia: 144kms
-Duración: 6:45h en movimiento - 8h totales
-Dificultad física: media
-Dificultad técnica: baja

CRÓNICA:                                                                                                                                                 

Amanece en las Ardenas y el nuevo día me regala una mañana excepcional. Salgo de mi cabaña junto al río Mosa y retardo mi desayuno dando un paseo junto a su curso. El momento es irrepetible. Disfrutar de un despertar así no se tiene todos los días. Preparo el material y como algo sin nnguna prisa. Parece que no quiero irme de allí pero a pesar del cambio de meteo no quiero despistarme por si se tuerce de nuevo. Salgo por la carretera principal, está húmeda pero hay poco tráfico que termina por convertirse en ninguno cuando me desvío por otras vías secundarias donde comienzo a disfrutar de las primeras horas del día.





Antes de darme cuenta ya estoy de nuevo cambiando de País. El cartel de entrada a Luxemburgo me da la bienvenida a esta pequeña nación donde pronto comprobaría que la vida es fascinante. Sigo pedaleando con tranquilidad. El sol cada vez está mas alto pero el asfalto no termina de secar, lo que me hace extremar las precauciones cuando me dejo caer por los pequeños puertos de montaña que forman las Ardenas.




Consulto el gps y veo que pronto me voy acercando a uno de los puntos claves de este viaje, quizá el que más, pues desvié mi camino hacia la frontera alemana incrementando los kilómetros de la etapa considerablemente solo para ver los desconocidos bosques de Berdorf. Una auténtica joya natural guardada con celo por su habitantes. Un otoño perpetuo por el que circular se convierte en una delicia.




Tras detenerme en repetidas ocasiones para tomar algunas fotos de sus bonitos castillos de influencia bábara y respirar uno de los aires más puros que haya conocido, reanudo la marcha y salgo en busca de la rue de Grundhof, punto de comienzo de numerosas rutas senderistas de este laberinto de otoñal.  






Pocoa poco me voy adentrando en el y la curiosidad me hace incluso abandonar mi bicicleta para ver que hay más allá.





Tengo claro que este lugar pasará a formar parte de uno de mis lugares favoritos para el resto de mi vida. 





Resulta increible las caprichosas formas que adquiere la roca en su lucha que los frondosos árboles que que todo lo cubren hasta el punto de cerrar el paso al sol. 







Tras varias horas en el paraíso y comer algo ya que dudo encontrar mejor lugar para hacerlo, emprendo al marcha por una bonita carretera boscosa que me conduce poco a poco a la capital luxemburguesa. Ya desde su entrada se comprueba que es una ciudad especial.



Entre el rápido tráfico consigo progresar hasta que entro en su bonito casco histórico repleto de vida. Está claro que aquí aun no se han enterado de lo que es la crisis. Encuentro mi alojamiento localizado en un estupendo albergue universitario con todo tipo de servicios y tras ponerme limpio me dispongo a conocer esta bonita ciudad que se convertirá en el broche de oro a este inolvidable viaje por Benelux. 





FIN












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